domingo, 25 de abril de 2010

El camafeo despertate (manual)

Léase in english.

Es la lucha de todos los días a la que hay que comprender… para avanzar en casos sumamente siniestros. El chiflazo de piringundín y el manifiesto que nos grita y nos hace sentir su fétido y libertario aliento en la cara:


No hay mondongo.


¿Qué pasó con el mondongo?


Quiero mi mondongo.


Lucharé por él. Es un atropello a la libertad culinaria (aunque tal término resulte, a luces de quien busque el chiste fácil, de una escatología fenomenal). Jamás probé tal aberración de la gastronomía, ni me interesa hacerlo.


Desarrollo


Y esto termina así:


Yo no quería acabar así: la barba del troll está pegada a los cerámicos de la morgue; es imposible desprenderla. Y todo por un anhelo de chitrulo, cuyo rótulo ya ni recuerdo: el mondongo. No sé como salir de acá porque los señores de delantal blanco están muy ocupados diseccionando a –otrora- gente que sí podría darme una mano (en sentido figurado y no al revés, como efectivamente podrían hacerlo ahora, ¡cutres!).


Y DEL GERENTE ESPERO UNA RESPUESTA SATISFACTORIA, SEÑORITA.

lunes, 19 de abril de 2010

Incidente

Un cabo de la Policia Metropolitana decidió aprovechar su franco bimestral paseando por el Coto de Temperley. Metros antes de llegar a su góndola favorita (la de los detergentes), una señorita enfundada en un ceñido overol de lycra azul lo abordó. El yuta, sobresaltado, la examinó con un gesto de ofuscación. La mina tenía un gorro similar al que usa el papa (el pontífice, no el tubérculo ni el progenitor), pero con una cartelera de LEDs por el que circulaban flechitas rimbomantes y daban vueltas dos palabras: Sedal arándano. Era una promotora.

-Señor, ¿desea probar la nueva variedad de Shampoo Sedal con fragancia y gusto a arándano transgénico?

-¡Pero cómo no!

-¡Perfecto! Pase por aquí.

El por aquí no era más que un rincón al lado de una pirámide de latas de durazno. El poli distinguió, no sin un toque de estupefacción, a dos clientes arrodillados, lavándose la cabeza en una palangana.

-¿Desea lavarse la cabeza o probarlo?

-¡¿Probarlo?!

-Sí, también es bebisible.

Aparentemente, había querido decir bebible. Y, a juzgar por la imagen que brindaba un tercer cliente (en el piso, en posición fetal, chupando un sachetcito rojo), lo era.

-No, solo deseo lavar mi mollera.

-¡Perfecto! Arrodíllese frente al balde Sedal.

Lo hizo.

La tarea venía desarrollándose con relativa normalidad (teniendo en cuenta que estaba en un supermercado) cuando una duda surgió de lo más profundo de su ser:

-Señorita, una duda surgió de lo más profundo de mi ser.

-¡Perfecto! Digame.

-Este inefable producto, ¿no contagiará gonorrea y paludismo?

-¡Perfecto! Ahora le digo.

La promotora metió la mano en el agujero de su enorme gorra estilo papal y sacó un envase de medio litro de Sedal Arándano. Escrutó, pacientemente, las diminutas letras de la etiqueta.

-¡Con leche de gorrión!

miércoles, 7 de abril de 2010

La antena de Corn Flake morodi

Resulta que un reconocido telemarketer de una multinacional, famosísima por el carácter brutal y desvergonzado de su explotación a trabajadores, aprovecha sus veintitrés minutos de almuerzo para salir por Florida a correr gritando:

-¡Me voy a garchar a la primera mina que me hable del faaaaaaaaso!

El chaboncete se encontraba a la altura de Lavalle, trotando y agitando los brazos como si fuera una gallina anhelando el quimérico vuelo a puro aletazo. Pero hete aquí que, en Florida y Marcelo T., se daba una situación similar:

-¡Me voy a dejar voltear por el primero que haga alguna alusión a algún barbitúrico, como quien no quiere la cosa!

La chica en cuestión era una prestigiosa administrativa de un Estudio Contable cuyo directorio estaba compuesto por gente cuya reputación de garca les hacía la vida laboral tan jodida como redituable en términos económicos. Llevaba anteojos culo de botella.

A la altura de Córdoba se cruzan. La minita dice:

-¡Uh! ¡Lo último que se me ocurriría ahora sería hacer apología del porro!

El muchachín exclama:

-¡Uh! ¡No le cabe el churro, pero igual habló de él! ¡Solo alguien que se da con Clonazepam no se daría cuenta!

La minita dice:

-¡Oh! ¡He aquí la línea de meta de mis chatas y temporales ambiciones!

El flaquito concluye:

-¡Ídem! ¡A cojer que se acaba el mundo!

-Dijiste cojer con jota; palabra que, en tal caso, se refiere al acto sexual (según el diccionario de improperios de Barcelona); a diferencia de coger con ge, término con el que esos gallegos cejijuntos y xenófobos se refieren a tomar, agarrar

-Por supuesto. Y nótese que, si escribiera cejijunto en el Word, el corrector no dotaría a tal término de ese sinuoso y zigzagueante subrayado ¡De qué humillación informática nos resguarda!

-Pero usted, estimado caballero, se ha olvidado de un detalle para nada menor. El término agarrar, tan asiduo entre nosotros, sufridos y pesimistas argentinos, se refiere a tomar algo con las garras; algo, mas bien, propio de los animales.

-Pero figúrese usted que no somos animales. Al menos, no biológicamente. Si habláramos en términos cívicos, otra sería la discusión.

-¡Oh! ¡The humanity!

-Bueno. Ahora, a hacer honor a la frase con la que inicié este ameno y constructivo diálogo. Me refiero al sexo, claro está.

Concretaron. La gente observaba. Algunos, consternados; otros –entre ellos, un agente de la Policía Metropolitana-, con morbosa curiosidad. Los turistas extranjeros se limitaban a tomar fotografías y exclamar: ¡Yes! ¡This and San Telmou rules! ¡Méxicou is so gorgeous!

Una vez finalizado el acto, se dio el siguiente intercambio de conclusiones:

-¡Pero mirá las cosas de la vida! ¡Sos bastante feucho, vos!

-¡Y vos también, alto bagarto!

La sobredosis mortal, a manos de las drogas mencionadas anteriormente, no tardó en sobrevenir.