domingo, 9 de septiembre de 2012

Falange humana en un paquete de Toddy

-Señor dredmarai, si puedo llamarlo así... en realidad me sentiría más cómodo si me dice su nombre. Me siento medio en el aire llamándolo por su nombre artístico.
-Y nananananá...
-Señor, me lo hace complicado, vio.
-Oh, dredmarai en el corazón, mi nombre es Luciano, vio.
-Perfecto. Luciano. Con cé... -silencio- bueno, claro. Obvio. Dígame, su legajo dice que...
-Y nanananá...
-Don Luciano, deje de tararear. Déjeme hacer mi trabajo.
-Oh amor, perdonarás a este pobre corazón.
Silencio confuso.
-Don Luciano, su legajo dice que estuvo en el sur de Brasil hace... dos semanas...
-Porque es tu cuerpo liberación, el amor... el sol de Jah... Babilon.
Ruido de birome sobre papel.
-Don, a la mayoría de las preguntas del cuestionario respondió con un breve tarareo.
-Y nananaáaaa...
-...
-Ay amor, tu lastimassss a mi corazounnn.
-Don, en Cambridge no tenemos su sentido del humor.

A partir de ese momento la cinta presenta severos daños a causa de exposición a humedad durante el tiempo en que estuvo guardada bajo tierra. El diálogo se vuelve ininteligible. Pasados unos segundos de palabras confusas, el imputado parece sacar un instrumento de cuerda -presumiblemente una guitarra- y desde ese momento solo se escuchan acordes rasgados, al imputado cantando a alto volumen y a nuestro agente vociferando juramentos enardecidos. El final de la cinta, para desconcierto del equipo de la división antropológica de la Policía Federal, está cortado y dicha acción parece haberse llevado a cabo con piezas dentales.

miércoles, 15 de agosto de 2012

ACV segundos antes de dar el sí

-Mírenlo nômas. Miren a ese idiota... qué risa que me da... le idiote.
Habían pasado veinte minutos desde que Christian Metz, titular de la cátedra homónima de Semiótica de los géneros cinematográficos I, interrumpió la clase para hacer observaciones jocosas sobre lo que veía desde el ventanal del aula magna de La Sorbona. Al parecer, lo que lo tenía entretenido -ante la presencia ya desconcertada de unos doscientos alumnos- era un sujeto hablando por teléfono en una cabina situada en la puerta del campus universitario, en plena rue Le Indepêndence.
-Es un payaso. Seguro êsta discutiendo con la jermu. Le payase.
-Monsieur profe- levantó la mano un alumno- tengo le dude con respecto a le montajé durative.- era el primero que se atrevía a interrumpir los habituales divagues de Metz.
-Oh ouí, le montajé durative. Quiere decir "esto ocurrió plus o meno..." oh, mírenlo, le idiote ahora le pega tubazos al teléfono. Se está masturbando. Le masturbaçois.
Las mañas del profesor tenían preocupado al Consejo Directivo de La Sorbona, que más de una vez quiso tapiar aquel ventanal. Intentos siempre frustrados por los recursos de amparo que Metz presentaba por, prácticamente, cualquier cosa.
-Le profe, ¿podría seguir dando clase? Le clasé.
-Idioté, miren, le idiote. Ahora se echó a caminar pour pleno Constituçois con le pântalone pour le tobillé. En môdo pingüiné. Con la baguette al aire. Le Baguette.
Toda esta escena estaba siendo observada desde la puerta del aula por un puñado de militantes del Partido Comunista Francés, que siempre entraba a repartir panfletos sin pedir permiso, ya que conocían los rayes del profe y sabían que cuando estaba ensimismado mirando por la ventana el resto del planeta dejaba de existir para él. Uno de los pibes entró y empezó a hablar:
-¡Pardon, Bonjour compañêres! Nosotré somos de Le Frenté de Izquierda, a le nueve hay asamblé en le sêde de Marcel T, pour le reivindicaçois de le Monsieur compañêres de le fabriqué recupêre Renault ¡Mercí beaucoup!
-Pero si vous plait, zurdes de Le merde. Tomenselás de acá, tomenselás. Le zurdes- Christian Metz había salido de su burbuja y ahora los increpaba.
-¿Qué te pasa a vos, franchute del orto y la concha de tu madre?
El señor Metz fue violado y arrojado por el ventanal a la rue Le Indepêndence. Por eso dicen que se suicidó, pero es chamuyo. Lo cagaron matando.

martes, 19 de junio de 2012

Amputaciones divertidas

-Ahora, ¡pasemos a los llamaditos! Es un día harrrrmoso en Buenos Aires, ideal para escuchar a la gente respondiendo nuestra consigna de hoy que, ¿Cuál es, Román?
-¡Cuáaaaal es el lugar más-ex-tra-ño en ellll que chuparon una almeja, Olga! Llamanos al 4323-0285 o mandá radio-espacio-nacional al 3030.
-¡Asssí es, Román! ¡A ver qué nos dice la gente!
-Hola, soy Cristina Fernández, de Quilmes, y el lugar más raro en el que lambetié una empanada fue en el coletivo. Estaba sentada en un asiento y se me para una morocha al lado y el bondi estaba rrrreeee lleno. Entonces cuestión que me apoya la cotorra en la jeta hasta que, de keruza, le bajé el cierre del jean y le mandé lengua. ¡No tenía nada abajo, jajajaja! Un saludo chicos, ¡los escucho siempre!
-Jajaja, ¡Grande Cristina! ¿Pasamos a otro, Olguita?
-¡Por supuesto! A ver qué nos dice "el yoni" de Belgrano:
-Hola, soy el yoni de Belgrano y quería responder a la pregunta del día que el lugar más loco donde me manduqué una almeja fue en yesi yeims. No recuerdo bien porque estaba re mamado, jajaja, ¡Pero tenía una baraaaanda a pescado! Jajaja, quería mandar un saludo a la Melody, chau.
-¡JAJAJAJAJAJA! Un último mensajito y nos vamos a una pausa chiquitita.
-Chiquitita y estrecha como la tuya, Olga. ¡jajajaja!
-¡Aaaaay Román! A ver qué nos dicen.
-Soy José, de San Martín, soy alcohólico y estoy desesperado. Me echaron del laburo, me dejó mi señora y no me deja ver a los nene. No tengo ni dónde vivir ni a quién llamar, ayúdenme... (sollozos) por favor... (sollozos)
-Uyuyuy, momeeento emotivo ¡jajajaja! cuaaatro tres veintitrés cero dos ocho cinco o mensaje de texto con la palabra radio espacio nacional al treeeeinta treinta. ¡La consigna, Román!
-Cuáaaal es el lugar mas strange donde bajaron al pesebreeeee.
-¡Así es! Ya venimos, no te vayas... lo que suena es Alllmafuerte... Convide Rutero... ¡ya venimos!

domingo, 25 de marzo de 2012

Fiesta de farsantes de la espuma social.

Detroit era un cuadro que describía la decadencia y la tugurización urbana con una meticulosidad que calaba la espalda a escalofríos. Y, consecuentemente, la delincuencia. Detroit era tierra de nadie. Aún lo es, pero esta historia se desarrolla en los tiempos en que un hombre... sí, un hombre... mitad humano, mitad... robot.
Robocop.
Miércoles. 2 AM. Plaza Detroit.
-alto-en-nombre-de-la-ley-maleantes.
Quien hablaba era el consabido señor Robocop, brazo ejecutor de la justicia cruda y sin vueltas. Los destinatarios: señores de corta edad, habitues de la plaza. Sus botitas All Star, sus buzos fluorescentes, sus afros vanguardistas y los radiograbadores, casi reglamentarios, que descansaban en sus hombros los convertían en estereotipos fáciles de reconocer, en diálogos fáciles de adivinar, en sociolectos difíciles de entender, en gestos y ademanes previsibles, en comportamientos tanto conocidos como prejuiciosamente temidos. Y esto... Robocop... lo sabía. La voz de alto se la dio a un grupete de unos seis exponentes de tal tribu urbana.
-Ey, yoyo. What's up bro? Ye, ye.
-están-arrestados-en-nombre-de-la-ley. -reprodujo Murphy, en sus característicos 64kbps, al tiempo que su muslo derecho se abría y dejaba lucir una Taurus de dudosa procedencia.
-Ey, yoyo. Gotta catch us, bitch. Ye. Ye. Fuck you bro.
El polimetálico le dio una trompada que atravesó el grabador del sujeto y, luego, su cabeza. Ahora quedaban cinco.
-Ey, yoyo. What's wrong with you niggah.
-cáiate-maldito-canaia.- respondió Robocop al tiempo que sacaba la Taurus de su muslo. Le dio cuatro tiros en la cabeza y le quitó el grabador antes de que el occiso cayera al piso. Utilizó el artefacto (en el que se escuchaban los acordes de Walk this way) para decapitar a un tercer miembro de la pandilla. Los dos que quedaban, a esa altura, rezumaban terror: solo atinaban a correrse la visera para el costado y a rapear ruegos desesperados como "oh, yoyoyo, be cool bro, be cool 'cause we're not fools, if you wanna get some fun, then let's us just start run, oh, yoyo, niggah". En ese momento llegó corriendo la gordita que es la compañera de Robocop desde antes que lo convirtieran en una lata de sardinas con patas y empezó a gritarle "oh, Murphy, ia detente, cálmate Murphy, mira lo has hecho, te vas a meter en problemas, por favor!". Pero Robocop no parecía escuchar, solo parecía concentrado en partirle el cráneo a culatazos al "maldito-negro" (sic) que se había atrevido a rapearle en la cara. Cuando el pobre muchacho dejó de sacudirse en el suelo y gemir de dolor, le quitó el radiograbador, se acercó con pasos torpes al pandillero que quedaba (que, pobrecito, estaba paralizado por el horror), le quitó el suyo y se dispuso a estrellárselos en la cabeza. Su compañera no sabía qué hacer; "para ia, te van a despedir Murphy, oh por Dios, deja ia a ese sujeto" le decía, a lo que el hombre de estaño se limitó a replicar "cáiate-gorda" y empezó a pegarle grabadorazos al rapero. Cuando este terminó semiinconsciente en el piso, Robocop hizo lo que solía hacer con los pandilleros que se cruzaba cuando hacía adicionales en Plaza Detroit: le espetó un "aquí-tienes-canaia-justicia-en-nombre-de-la-ley", lo remató de tres tiros en la frente y montó una supuesta escena de suicidio colectivo.
-Robocop-wins-flower-victory.- declaró y tiró una de esas risas metálicas que tanto perturbaban a sus compañeros o a quien tuviera la desgracia de escucharlas.
Luego se quiso guardar el arma en el muslo, pero parecía no darse cuenta de que no tenía el compartimento abierto, ya que, cuando soltó el revólver, este cayó al suelo. Se volvió a su compañera:
-dónde-has-comprado-ese-hotdog.
-En esos puestitos- le señaló un par de precarios carritos de comida rápida.-oh, Murphy, te estás tomando muy en serio tu misión. Relájate, chico. Ey! Murphy! Ven aquí! Espera! Detente ia!
Pero ya era tarde. Robocop era lento, pero nadie podía detener a esa mole metálica de paso lento y robótico cuando se ponía terco. La compañera se resignó a suspirar, negar con la cabeza y morderse el labio inferior mientras, cruzada de brazos, observaba a su compañero destrozar los puestos de panchos a la voz de "malditos-hispanos-largo-de-aquí-en-nombre-de-la-ley" y arengas del tipo "I'-ll-be-back" mediante. Se sentía culpable al escapársele risitas contenidas cuando Robocop metía las manos en las pancheras y partía las salchichas con las dos manos como si estuviera doblando un fierro para después arrojárselas en la cara a los pobres puesteros que no entendían nada. Pero la resignación y los meditares acerca de su vida y el devenir siempre ganaban terreno cuando la repetición sobrevenía, cuando no podía evitar caer en el nochetrasnochesiempreigual, en que la anécdota marginal se le volviera rutina, en Robocop apaleando linyeras y afroamericanos, Robocop y su tic incomprensible de tomarse la entrepierna, Robocop pateando heroinómanos en el piso; Robocop tomándose los canutos de cocaína que les quitaba, palizas mediante, a los pibes de la plaza; Robocop duro, dando vueltas torpes, hiperquinéticas; Robocop duro gritando en 64kbps "io-soy-la-ley", "aquí-mando-io-malditos-canaias"; Robocop ahora levantando hamburguesas crudas del piso, Robocop haciéndolas un bollo y metiéndoselas en la boca al tiempo que pateaba lo que queda de los carritos e increpaba con la boca llena a los puesteros, probablemente sin saber o sin importarle que estos ya no podían escucharle.