martes, 16 de marzo de 2010

El examen

Una de las tres minas, que –en un viejo relato- habían huído de Ciudad Universitaria para tomar helados en Cabildo y Juramento, se encontraba sentada en un pupitre de un aula del Pabellón 1. Ella era la que, en aquella ocasión, había pedido un Frigor, ¿Se acuerdan? ¡Qué bueno! Ahora estaba mordiendo su lapicera y mirando, con los ojos en blanco, el parcial que había garabateado en su hoja. Silencio en el aula.
La hoja estaba encabezada de la siguiente manera:



Otra vez había escrito mal su nombre. Otra vez había olvidado el último número de su DNI. Pancracia se dijo ¡Calma! ¡Que el escalofrío no se apodere de mi aura en este momento tan áspero!. Leyó la primera pregunta:



Los nervios siempre la hacían escribir rápido, desprolijo. Mal. Tachones. Ok, la primera no la sé. Todavía quedan cuatro. Todos nos sentimos intimidados por la novedad de una pregunta de parcial recién escrita. Pancracia tiene razón: una segunda lectura nos da aire y nos pone los pies sobre la tierra. No es la muerte de nadie, no era tan difícil. Pero Pancracia, de todos modos, no la sabe.
Segunda pregunta:




Pancracia no sabe estudiar. Se aburre, se desconcentra… no encuentra el método. Es torpe para la rigidez; su imaginación ¡Oh, cínica! se le ramifica por dentro cuando menos le conviene. Ahora un revuelto de miedo e inquietud le sacude las piernas. Muerde la birome con fuerza y a su remera ahora la siente demasiado ceñida. Tercera pregunta:




¡Boluda! Sí, la mina se grita. ¡Si no fuera tan dejada, si todo dejara de empezar a importarme demasiado tarde! ¡Si dejara de divertirme la aventura kamikaze de acercarme a una consecuencia atinada como un blanco frente a mi nariz! A Pancracia, generalmente, le causa gracia tanto filosofeo rebuscado. Ahora recurre a él para beberlo y bajarlo como a un néctar que le haga olvidar, además del futuro bochazo, de la apuesta depravada que ahora le tendrá que pagar a José Tiburcio, su novio. Cuarta pregunta:




Por primera vez en la mañana se siente triste. El aula, la hoja muerta, las horas muertas, los minutos muertos que ahora la lastiman como gotitas de lluvia ácida. Todo le hace tragar saliva ahora. Garabatea al margen de la hoja:




Se sonríe, agridulce. Repasa esa misma mañana, se aferra a los primeros recuerdos del día, como quien sabe que es preferible la melancolía linda con su carácter lapidario de never again pinchándole los pulmones, que esperar el hachazo en el silencio de un cuarto mugriento. Esa mañana, Pancracia se miró recién vestida en el espejo; los jeans ajustados le quedaban bien, la remera la ceñía lo suficiente (no tanto como ahora, que la sofocaba) y, al imaginar las miradas que iba a atraer en la calle, sonrió al cristal y ese rostro cándido la alegró. Se vio linda. Linda en el espejo. Lindos caminares por Cabildo. Linda de pie en el colectivo. Linda subiendo las escaleras, linda caminando por el pasillo, entrando al aula; muy muy linda tirada en el pasto, después del parcial. Linda tomando sol. Yo no tenía que terminar así. Linda linda… tomando sol. No así, con esta sonrisa cínica, resignada, angustiada. Linda y amargada. Esas cosas pensó, como cada vez que se bajonea por alguna pelotudez (pero no es éste el caso). Ni terminó de leer la última pregunta:




En ese momento, abrió los ojos como platos:
-¡Sí, carajo!
-Silencio, señorita.
-Perdón, profesora. Es que ya sé como resolver este encrucijado examen.
-Bueno, resuélvalo. Pero en silencio.
Pancracia se paró y le sacó la lengua a todos sus compañeros. Bastante bien para tener veintidós años. Lógicamente, todos absortos en sus parciales: nadie la registró.
Ya que tenía la solución mágica, su ímpetu de desahuciado que zafa a último momento barrió con todo atisbo de amargura que la dotaba, por una vez, de cierta lucidez. Escribió, entregó la hoja y se fue silbando alto. Dio un portazo a propósito, para molestar.
Días más tarde, la profesora corregía el parcial de Pancracia y encontraba esta única respuesta:


13 comentarios:

  1. Gracias!

    Y no. No aprobó, ya que contestó solo una pregunta.

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  2. Uhuhuhu, yo quería aplicar eso a mis parciales :(

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  3. Podés responder de la misma manera a cada pregunta. Ahí las estarías contestando todas.
    Un punto por asistencia.
    Un punto por escribir.
    Necesitarías dos puntitos más. No sería descabellado que en alguna palabra de esa escatológica frase haya algún indicio de respuesta a alguna de las preguntas.

    NO GARANTIZO RESULTADOS.

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  4. Esa frase convierte en homosexual a quien la lee. Y en hombre homosexual si quien lo lee es mujer.

    Pero no creo que te sirva para aprobar.
    De todos modos, lo probaré en el próximo parcial y te haré saber los resultados.

    La contraseña ya la sabés.

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  5. Ya me la olvidé.
    Mmmmmmm...

    Para mí que si es mujer, lo convierte en traba, pero no sé.

    Acabo de acordarme de la contraseña. ASaddghfj.

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  6. Más exacto imposible, Sra. Hermana.

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  7. Mmmm, pero no sé si eso hace que apruebe...

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  8. ¡¡¡UUUUUUUUYYYYY!!!...la co...de la lo...me transportaste al pasado, cuando tirado en la cama intentando memorizar aunque sea un puto parrafo de ese puto e incomprensible libro, me iba volando al carajo...y cuando regresaba (15 o 20' despues, o tal vez mas) me encontraba leyendo el mismo renglon, la misma frase, la misma palabra (ajena a mi mundo) y chau...a volar otra vez. que concentracion de mierda tuve siempre...eeeeh, de que estabamos hablando? aah...no...(a veer..) ah! si, esteee...muy bueno che, (mieerrrda...todavia debo 5º año comercial)
    jotace "el pancracio"

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  9. jajajaja que hacé' tré' vece' qué' hacé'!

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