Joven adulto entra en kiosko de la zona céntrica de Paysandú.
-Buenas tardes. Deme dos paquetes de figuritas de Los Simpson.
-¿No está medio grandulón para esas pelotudeces?
-No sea viejo camorrero y deme lo que le pedí, bo.
-Tá, pero déjeme advertirle que ese jogging le queda chico. Desde aquí puedo vislumbrar sus pantorrillas. Tiene puesto un par de soquetes Nike.
-Tá. Pero de los truchos. Los compré en La Salada. Del otro lado del charco.
-Ah, entonces, botija, permítame informarle acerca de mi obligación a impedirle la salida de este local sin soquetes originales. Y sin pantalones a medida, bo.
-Adelante, buen hombre. Infórmeme.
-No puedo dejarlo salir de este local sin soquetes originales. Y sin pantalones a medida, bo.
-¡Acabáramos! ¡Qué problema! ¡Me quema, bo!
-No se desanime. Providencial ha sido la vigente promoción de alfajores Punta Ballena.
-Cuénteme, bo.
-Tá: si compra dos Punta Ballena Zero, sabor a azúcar, puede canjear los envoltorios por el jogging oficial de Punta Ballena.
-¿De qué monto estamos hablando?
-De treinta y cinco centésimos.
-Transacción aprobada, bo.
El joven adulto degustó los sabrosos alfajores Punta Ballena y, una vez hubo deglutido los mismos, sacudió en su mano derecha (en la izquierda tenía el termo y el mate) ambos envoltorios, reclamando:
-¡Deme mi jogging!
-No me quedan más.
-¡Acabáramos! ¡Qué problema! ¡Me quema, bo!
-Bueno, en realidad, solo me queda el que llevo puesto. Se lo voy a dar.
El kioskero saltó el mostrador –no sin llenar, durante el procedimiento, el piso de chupetines y caramelitos- y se sacó los pantalones. Se los extendió al joven adulto. Éste se los puso encima de los que tenía puestos.
-Pronto. ¡Adiós, señor kioskero!
-Chau, bo.
Y así se quedo el kioskero, solo, en la puerta del negocio. Saludando con la mano al joven que ya se perdía en las tumultuosas calles céntricas de Paysandú. Sin pantalones. Esto mismo observó un agente de la Policía Municipal, quien cruzó la calle, corriendo, y metió al próspero comerciante, a golpes de termo, en el patrullero. Luego arrancó a sirenazo limpio y, derrapando, dobló en la primer esquina.
El joven adulto volvió al kiosko:
-Me olvidé las figuritas, bo.
Silencio.
Estiró el cuello sobre el mostrador y echó un vistazo. Nadie.
-¡Qué bueno, bo!- exclamó el joven adulto, al tiempo que aprovechaba la ausencia del kioskero (actualmente procesado por exhibicionismo y carencia de termo reglamentario) para manotear todos los paquetes de figuritas de Los Simpson que entraran en los bolsillos de su flamante jogging Punta Ballena y beberse, a una velocidad pasmosa, todas las petacas de licor que había en el negocio.
-¡Tá, bo!
La gente se reía.
Es una apología a la droga. Nadie come pantalones por un jogging.
ResponderEliminarLos alfajores Punta Ballena son muy ricos, pero tienen un dejo jogging que deja a más de uno pensando.
ResponderEliminarN. del R.: Estoy notando que a medida que actualizo este blog, el otro se va poniendo cada vez más denso y maquinal. Pero el hecho de que uno sea oscuro y el otro clarito es totalmente circunstancial!
ResponderEliminarNunca probé esos alfajores, ¿dónde los venden?
ResponderEliminarEn Uruguay y en algunos kioskos de aquí, nuestro vapuleado país.
ResponderEliminarBuuu, pero en La Plata no, por eso pregunto, gilastrún.
ResponderEliminarSeguramente en Open 25hs. Esos kioskitos tienen de todo. Fijate, seguro que hay alguno allá!
ResponderEliminardefinitivamente esta hablando del faso.
ResponderEliminarYomi, Yomi, Yomi, te lo voy a deciiir (8)
ResponderEliminar